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La presión popular obliga a despedir a Lady Di con honores casi de Estado

 

La Corona inventa una nueva modalidad de funeral para la princesa de Gales

 

CRISTINA FRADE

CORRESPONSAL

LONDRES.-Las interminables demostraciones de afecto del pueblo británico hacia su princesa han terminado por dar sus frutos: Lady Di será despedida este sábado en la abadía de Westminster con honores casi de Estado.

Casi, porque un funeral de Estado en el estricto protocolo de Buckingham se reserva exclusivamente a los soberanos o a personas de gran relevancia política, como el legendario Winston Churchill. Por ello, la Corona ha tenido que inventar un nuevo tipo de funeral.

Diana será despedida en la abadía de Westminster. Como una reina, sin serlo.

Tres clases de funerales reales contempla el protocolo británico, según el rango del individuo, pero en ninguno encajaban del todo las circunstancias de Diana.

Casi desde el principio se descartó un funeral de Estado en toda regla, reservado para los monarcas y para líderes políticos de especial relevancia. Sólo tres personas ajenas a la Familia Real fueron despedidas con honores semejantes: Wellington, Gladstone y Churchill. Los herederos al trono y los consortes son enterrados tras un funeral «ceremonial», mientras al resto de los miembros de la Familia Real se les dedica un funeral privado.

Más de un día ha tardado la Casa Real en decidir cómo despedir a Diana. Su protocolo, tan prolijo en otros aspectos, no contemplaba la eventualidad de una princesa divorciada, despojada de su título de alteza real, pero madre de un heredero al trono.

Al final, ha triunfado un clamor popular del que se había hecho eco hasta el primer ministro laborista, Tony Blair. Lady Di no tendrá exequias de Estado, pero sí recibirá una despedida acorde con su figura de icono nacional. «Un funeral único para una persona única», según la fórmula acuñada por un portavoz de Buckingham.

El cadáver de la princesa de Gales no lo verá nadie, salvo sus dos hermanas y su ex marido, el príncipe Carlos, quienes lo acompañaron de regreso a Londres. En las retinas de los británicos sólo quedarán las imágenes de Diana como reina del glamour, madre o benefactora. Por deseo expreso de la Familia Real y de la suya propia, los restos mortales no se expondrán al público.

HOMENAJE DE HARROD'S.- El ataúd permanecerá hasta el funeral ante el altar de la Capilla Real del palacio de St. James, en el centro de Londres, el mismo templo privado donde contrajo matrimonio la reina Victoria y que ahora se utiliza para bodas, bautizos y funerales del personal al servicio de la Corona. Los británicos sólo podrán acercarse al palacio, residencia oficial del príncipe Carlos, para estampar su firma en cuatro libros de condolencias.

En señal de duelo, todas las banderas ondearán a media asta hasta el sábado, cuando el féretro será trasladado en procesión, a través del centro de la capital, hasta la Abadía de Westminster, donde la monarquía británica ha coronado y enterrado a la mayoría de sus soberanos desde los tiempos de Guillermo el Conquistador, en el siglo XI.

Y, como no podía ser menos, los grandes almacenes londinenses Harrod's, propiedad del millonario Mohamed Al Fayed, padre de Dodi, también echarán el cierre el sábado, en homenaje a la princesa muerta.

EN EL PARAISO.- «Dios se ha llevado sus almas para que vivan juntas en el paraíso. Ahora ambos tienen paz», afirmó Mohamed Al Fayed desde su residencia en Surrey, en las cercanías de la capital británica.

Entre los invitados al funeral de Diana no sólo habrá nobles y grandes sino también numerosos representantes de las causas benéficas que ella defendió. El Gobierno ha insistido en que el acto refleje su imagen de princesa del pueblo. Pese a su enorme popularidad internacional, según un portavoz oficial, no se espera la masiva asistencia de embajadores propia de un funeral de Estado.

Sin embargo, algunos líderes políticos, como el presidente francés Jacques Chirac, han expresado ya su deseo de participar en las exequias. Por contra, Bill Clinton ha decidido no asistir al funeral. El Gobierno de EEUU todavía se está pensando la representación que participará en la exequias.

Se ignora todavía qué forma adoptarán la procesión y el servicio religioso, pero el Gobierno ha adelantado que se tendrá en cuenta la «modernidad» de la princesa.

El féretro será trasladado después por carretera hasta la Iglesia de Santa María en Great Brington (Northamptonshire), a menos de dos kilómetros de Althorp House, la mansión donde creció Diana. En el ala norte de la iglesia se encuentra la capilla donde se inhumará el cuerpo, junto a los restos de veinte generaciones de la familia Spencer (apellido de soltera de Lady Di), en una ceremonia estrictamente privada.

Esta es a grandes rasgos la fórmula de compromiso que anunció ayer la Casa Real, tras largas deliberaciones y consultas con el Gobierno y la familia de la princesa.

La Familia Real guarda «duelo familiar» por lo que, hasta el día del entierro, deberá vestir luto o colores oscuros en todas sus tareas oficiales.

El funeral de Diana tal vez no tenga la pompa y el boato tradicionales de otras exequias de Estado, pero será sin duda multitudinario, en clara concesión a la presión popular. Dada la ancestral falta de emotividad de los Windsor, esperar que también derramen unas lágrimas sería demasiado.

 


Se disputaron su cadáver

 

JAIME PEÑAFIEL

Treinta y tres horas habían pasado desde el trágico accidente de coche en el que perdió la vida Diana de Gales. Durante ese tiempo, el Gobierno, la Familia Real y el pueblo se estuvieron disputando el cadáver de la malograda princesa. Tony Blair deseaba para ella un funeral de Estado; el príncipe Carlos prefería la intimidad. Los británicos, un entierro popular al estilo del de la princesa Grace de Mónaco.

Después de largas deliberaciones, a dos bandas -la Familia Real y el Gobierno-, se decidió un funeral que no podía ser de Estado porque Diana, aunque conservaba el título de princesa de Gales, estaba divorciada. A pesar de ello, era la madre del futuro rey de Inglaterra.

El segundo problema fue la elección del lugar. Se pensó en la catedral de San Pablo. Pero el príncipe, que ha asumido la responsabilidad que no supo o no quiso asumir cuando debía, se opuso, con cierta lógica, a que el funeral se celebrara en el mismo escenario que en un día de julio de 1981 hacía promesa de matrimonio a una joven de 18 años que creía haber encontrado al príncipe de sus sueños y no a una pesadilla que ha acabado con su vida. Hubiera sido un cruel sarcasmo. Por fin se decidió, con buen criterio por la abadía de Westminster, símbolo de la realeza británica por haber sido escenario de la coronación de todos los soberanos de Inglaterra y funerales. El último, el de Lord Mountbatten, el tío preferido del príncipe de Gales, fallecido en 1979 en un atentado del IRA.


 
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